viernes, 23 de diciembre de 2011

La destinataria

Cuando llegué, me pareció el paraíso. El camino se bifurcaba, y desde lo alto decidí escoger  la cala salvaje y rocosa y dejar para más tarde la playa atestada. Algo similar me pasó cuando los conocí.
Con él me perdí, descendiendo entre rocas abruptas y afiladas, alcanzando la arena blanca y caliente de mediados de verano, aguantando la respiración en las profundas aguas y  trepando por la roca áspera debajo de mis muslos. Desde el promontorio, mirábamos la cala y nos parecía lejana, y lejanos estuvimos de todo lo demás, del resto, del no-nosotros, durante horas y días y noches y tiempo, y nos conocimos, y ya nos parecía que desde la eternidad. Era mi amigo y, el amigo del loco. Al loco no lo vi hasta después de las horas, los días, las noches y el tiempo, en la playa, la playa atestada.  

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La carta otra vez

De esos días y días, creo que fue el penúltimo antes de terminar las vacaciones, en el que decidí que la carta debía desaparecer de mi vida, y de mi bolsillo.
El azul intenso  lo podía ver sin pestañear y a través de mis gafas de sol, si ladeaba mi cabeza hacia el lado derecho. Si por el contrario escogía el lado izquierdo, el sol traspasaba mis cristales e invadía mis párpados a la fuerza medio cerrados, y el cielo se tornaba no azul, más bien incoloro refulgente. Opté por levantarme y acercarme a la orilla. Con tiento, los dedos de mi pie derecho buscaron la sal y el agua, y de este modo, sumergieron la planta y el talón. Lo mismo hicieron mis dedos del pie izquierdo. El agua de finales de Agosto era caliente. Cuando la noté un poco más fría, me di la vuelta mirando la orilla, ya lejos, con diminutas figuras moviéndose, parasoles estáticos, pequeñas pelotas de plástico recorriendo medias elipses de derecha a izquierda...Le di la espalda otra vez y me zambullí. Silencio.
"Has tardado mucho". Me lo dijo el amigo del loco cuando, al inclinarme encima de la toalla, las gotas con sal que traje conmigo al regresar, cayeron en gesto voluntario en su cara, en sus ojos, en sus labios, en su alma...
Me tumbé a su lado en la arena y pensé que la carta debía desaparecer de mi vida y de mi bolsillo.  

martes, 20 de diciembre de 2011

El remitente

Hubo un día en que me contó qué había significado para él ser el remitente de "La Carta". Recuerdo la mañana rotundamente muy soleada. Mientras conducía, me invadieron la luz cálida a través de parabrisas y ventanillas, y una sensación de tranquila felicidad. Eran aproximadamente las 9,15 hrs  de un mes de Diciembre y,  en el horizonte de la carretera, a unos 9 kilómetros se dibujaba el mar. El loco estaba sentado a mi lado, relajado, y sus ojos sonrientes se miraban para adentro, buscando sus palabras, para expresar sus sensaciones: "Nunca has mencionado la Carta que te mandé".
Yo seguía conduciendo, y seguía invadida por la luz y la tranquila felicidad: "la llevé doblada por la mitad y en mi bolsillo durante días y días. Tengo curiosidad por saber de tu amigo y de la mujer que conoció".