lunes, 30 de enero de 2012

El trullo I

Aprovecha los rayos del sol que rebotan en el muro con sombrero de alambrada. Espalda pegada y cuello inclinado para que los ojos bajen oblicuos y fijen su mirada en las letras de la novela. Con los dedos de la mano derecha levanta por la esquina inferior la página que está a punto de pasar. En estos momentos su realidad es otra, es la aventura de pasearse entre los bosques de los alpes escandinavos en Noruega.
Judith ha ido a verle el pasado fin de semana. Alta, rubia, ojos color mar, entre verdes y azules. A pesar de parecer transparentes, cuando le mira es tan concreta e incisiva que aun y a pesar de la ventanilla, él tiene la necesidad de desviar su pensamiento a otra parte, y entonces se acuerda de los alpes escandinavos.No le ocurre lo mismo cuando ella se levanta y le da la espalda. En ese momento clava su vista, como garfios, en el culo de redonda nalga y cadera ondulante y una vez más su mente viaja rápido, esta vez al recuerdo de Blanca.
Al principio, los esfuerzos por salir de su letargo fueron deprimentes; luego más tarde, aparecieron imágenes sin avisar, y ahora se deleita con sensaciones, casi emociones, porque sí, adivina nombres, historias pasadas, lugares... y la cárcel ya es un hecho, lo fue, aunque no sabe el motivo...y Judith y Blanca...¡qué diferentes
sentimientos le evocan la una y la otra...! Pero no está preparado todavía ..., prefiere que le den por muerto, o desaparecido..., pero Blanca, a  Blanca la percibe, la nota, la palpa en el aire, la desea.., y al mismo tiempo qué vértigo asomado al abismo.  

2 comentarios:

  1. Entiendo, creo, y leo entre líneas. Ahora espero impaciente saber cómo acaba.
    También parece que has inspirado por ahí otro relato simbólico

    ResponderEliminar
  2. He leído el relato simbólico. Esa mano delicada, y esa otra mano que se deja rescatar. Y ese chorro de agua y esos labios que beben de ella...saciado queda él,... y cómo lo había esperado ella a lo lejos, entre esas dunas!

    ResponderEliminar