viernes, 23 de diciembre de 2011

La destinataria

Cuando llegué, me pareció el paraíso. El camino se bifurcaba, y desde lo alto decidí escoger  la cala salvaje y rocosa y dejar para más tarde la playa atestada. Algo similar me pasó cuando los conocí.
Con él me perdí, descendiendo entre rocas abruptas y afiladas, alcanzando la arena blanca y caliente de mediados de verano, aguantando la respiración en las profundas aguas y  trepando por la roca áspera debajo de mis muslos. Desde el promontorio, mirábamos la cala y nos parecía lejana, y lejanos estuvimos de todo lo demás, del resto, del no-nosotros, durante horas y días y noches y tiempo, y nos conocimos, y ya nos parecía que desde la eternidad. Era mi amigo y, el amigo del loco. Al loco no lo vi hasta después de las horas, los días, las noches y el tiempo, en la playa, la playa atestada.  

1 comentario:

  1. Todo se presenta como un paraíso, amenazado, sin embargo, por onerosas nubes de tormenta a punto de estallar. Pero siempre parece haber un resquicio de esperanza.

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