sábado, 18 de febrero de 2012

Blanca

Esas personas que vuelven a aparecer  siempre en nuestra vida para preparanos a los placeres y a los sufrimientos.
Me he despertado sobresaltada. He desandado el camino que se da la mano con el río porque lo había extraviado. Paso apresurado sobre ruído de piedrecitas rotas y murmullo de corriente de agua. Brisa, suave al principio, ha refrescado mi rostro, acalorado, ojo avizor más allá del todo y de la nada. Ya viento fuerte, que me ha obligado a obcecarme para no volver a andar lo que ya estaba desandando. Lo he percibido, lo he notado, lo he palpado en el aire, lo deseo. He sentido vértigo asomada al abismo. Me he despertado sobresaltada.
Se me han pegado las sábanas, pero que más da, es sábado. El aliento del café invade mi boca y yo invado la suya. Es la añoranza a tomarnos uno juntos la que confunde esta mañana con la otra mañana. El sol irrumpía en la cocina de manera irreal, sus manos grandes, como con dedos de piano, sujetaban la taza ya muy cerca de su cara. Le había rodeado el cuello con mis brazos y le había besado. Un beso de café.
Es sábado, y queda todo el día por delante.

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