sábado, 24 de marzo de 2012

Desnuda en la terraza

Era un mes de Junio  más caluroso de lo habitual y, aún dejando abiertas todas las ventanas de la casa para que corriera el aire, la escasa brisa húmeda y pegajosa que llegaba desde el puerto no conseguía aligerar sus mentes abotargadas en el esfuerzo del estudio.
Miguel se levantó y salió al balcón que daba al patio interior.
Necesito un respiro. No entiendo nada de lo que me dices, tío.
Pues ahí afuera el sol te acabará de reblandecer el coco. Podrías echar un par de huevos al suelo y no tendríamos  que preocuparnos por la comida.
Eh! ven, mira!,
Miguel gesticulaba con la mano derecha, haciendo ademán para que Luís acudiera a su grito a media voz, mientras con la mano izquierda se agarraba a la baranda de ladrillo y cemento sin darse cuenta de que se le quemaban los dedos, y su cabeza giraba de un lado, mirando a su compañero de fatigas, al otro, clavando su vista que caía a plomo en la terraza de la vecina.
La vieron, pero no del todo. El ángulo del pavimento de donde sobresalía una tumbona de color naranja, sólo permitía distinguir, desde el balcón del cuarto piso, unas piernas, sus muslos rosados por ser presumiblemente el primer día del baño bronceador, y el inicio del pubis.
Desde luego, no era la primera mujer desnuda que tenían ante sus ojos. A sus veintiséis años, el sexo, las juergas y las playas nudistas formaban parte de sus rutinas de estudiantes ya algo creciditos, y por fin, a punto de acabar sus carreras.
¿Está en pelotas?
Sí, espera. Se da la vuelta...Vamos a la otra esquina, quizás veamos algo más.
No grites, que es la vecina y luego me la encuentro en la escalera.
¿La has visto vestida?
¿Y a ti qué te parece?
Sí claro, lo normal. Es que este calor ...¡Uy!¡Va vaya  cuerpazo! Desde aquí sí que se ve.
Debe tener la piel de lagarto para resistir a esta hora.
El culo no parece de lagartija...Buf! me estoy poniendo malo.
¡Se da la vuelta otra vez! las tetas le tiemblan como flanes.
¿Y por qué levanta las rodillas?¡ Necesita que le pase el aire!
¿Qué edad debe tener?
¡Y yo que sé! ¡Qué más da!
¡Se incorpora!, ¡Se sienta! ¿Se pone el biquini?
La mujer se calzó sus chanclas de goma y se dirigió a la ducha, al otro extremo de la terraza. El agua  le caía por  detrás del cuello, después de haberse dado la vuelta, tras probarla con el pie izquierdo y ambas manos y decidir que la temperatura no la sobresaltaba. Entonces alzó la vista y los miró, simulando indiferencia y lejanía. Los saludó alzando a medias el brazo derecho y mostrándoles la palma de la mano. Finalmente,  puso toda la cabeza debajo del chorro, cerró los ojos y se mojó el cabello.
El sol parecía no tener clemencia con ellos, sudados, con los pantalones cortos y las camisetas pegados a sus cuerpos, con sus miembros viriles luchando por salir de los bóxers, con la temperatura corporal por encima de lo razonable, exhaustos de repente por las horas dedicadas a lo intelectual.
Entraron de nuevo en el piso. Al fondo del pasillo estaba el baño, y discutiron por quien se duchaba primero. Lo echaron a suertes, y le tocó a Luís. Miguel, mientras esperaba su turno, pensó que tenía una insolación. Se miró en el espejo y estaba pálido.


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